Los usuarios vulnerables en la vía
Por: Sandra Enríquez Hernández – Álvaro Velasco Espinosa
Departamento de Seguridad Vial
El resguardo de la seguridad vial constituye un desafío global que se hace aún más evidente en los países de ingresos bajos y medianos. La Organización de las Naciones Unidas ha propuesto un abordaje multilateral para reducir las consecuencias de los accidentes de tránsito, que incluye la búsqueda de conductas más seguras por parte de las personas que usan todo tipo de vías, el equipamiento y el estado de mantención de los vehículos y, por cierto, los niveles de riesgo existentes en las vías derivados de su inserción en el territorio, su estado de conservación, y el equipamiento de seguridad.
Todas las personas participantes del sistema de movilidad, en especial quienes se encuentren al volante de algún vehículo tienen una cuota de responsabilidad en la obtención de bajos niveles de riesgo. Cada quien tiene el poder de tomar decisiones que impactan sobre el resguardo de otras vidas. Dichas decisiones se basan en las habilidades individuales para participar de la movilidad y en el grado de conciencia sobre el impacto de nuestras decisiones sobre el uso comunitario de las vías.
La decisión final sobre la forma de usar las vías depende de cada usuario, y el resultado colectivo de esas decisiones individuales se refleja en los niveles de riesgo observables en las vías; por ejemplo, existe una percepción de que la conducta vial en Chile se ha deteriorado significativamente en el último par de años. En todo caso, la infraestructura vial puede ser diseñada, construida y operada de manera tal que facilite y promueva, en distintos grados, la interacción armónica y segura entre todo tipo de usuarios.
Cuando se rompe la armonía en la convivencia vial, se puede producir un accidente de tránsito cuyas consecuencias pueden ser leves o profundas, llegando incluso a producir el fallecimiento de personas en los casos más graves. Cabe destacar que el nivel de gravedad de las lesiones sufridas por las personas que participen en un siniestro de tránsito dependerá de múltiples factores; sin embargo, en términos generales se puede afirmar que hay usuarios más vulnerables ante accidentes, debido a que circulan sin la protección física otorgada por el chasis y la carrocería de un vehículo convencional. Entre los usuarios vulnerables se cuentan los peatones, ciclistas y jinetes.
Existe una demanda ciudadana creciente por infratestructura que considere explícitamente el resguardo de usuarios vulnerables. Dicha demanda puede ser satisfecha mediante la implementación de veredas peatonales, ciclovías o espacios destinados a la circulación en modos de transporte a tracción animal. Naturalmente, los niveles de seguridad resultantes para usuarios vulnerables dependerán del diseño, calidad constructiva y conservación de dichos espacios, y de la obtención de conductas más seguras por parte de todos los usuarios de la vía.
Esto significa que se debe adaptar la infraestructura de las rutas para que otorguen niveles más elevados de seguridad a todos sus usuarios y a las personas que se encuentren en su entorno. Esto implica que se requiere valorar la inserción de la vía en el territorio de manera integral, y no tan solo considerar los beneficios económicos derivados de la disminución de los tiempos de viaje para las personas que se mueven en modos motorizados de transporte, sino que también se requiere valorar el impacto de las altas velocidades vehiculares sobre los niveles de riesgo de accidentes de tránsito. Este cambio de enfoque incluye la necesidad de realizar un análisis detallado para adaptar las soluciones genéricas a los requisitos particulares de cada proyecto, especialmente en lo referido a las necesidades de usuarios vulnerables que no han estado históricamente en el primer plano de la atención durante el desarrollo de proyectos.
Dado que la Política Nacional de Seguridad de Tránsito adopta oficialmente para Chile la Visión Cero que se orienta a lograr, en el largo plazo, la eliminación total de las personas fallecidas en accidentes de tránsito, los esfuerzos para mejorar la seguridad vial en el diseño, la construcción y la operación de caminos deben enfocarse en reducir los accidentes de alta energía pues son estos los que concentran la mayor cantidad de personas fallecidas o graves. Cabe destacar que un accidente de alta energía puede consistir en la colisión (frontal, lateral o por alcance) de vehículos motorizados a alta velocidad, o bien en el impacto a velocidades moderadas de un vehículo motorizado con un usuario vulnerable (peatón, ciclista o jinete). En la práctica puede considerarse que el tratamiento de los riesgos para la seguridad vial de usuarios vulnerables es altamente prioritario, debido a que son estas personas las que corren mayor riesgo de fallecer en un accidente de tránsito. De hecho, durante el año 2020 en Chile, el 32,2 % de todas las personas fallecidas anualmente en siniestros de tránsito corresponde a atropellos. Lo anterior se puede demostrar en que a una velocidad de más de 96 km/h la muerte es inevitable, debido a que el 93% de las víctimas de estos atropellos no sobreviven. Además, una persona mayor de 70 años que es golpeado con un vehículo a 48 km/h tiene las mismas probabilidades de morir que una persona de 30 años atropellada por un auto que va a 72 km/h. Por lo tanto, los atropellos tienen mayor relación con la velocidad que con la edad.
Desafíos para el resguardo de usuarios vulnerables en la Dirección de Vialidad
En cuanto a iniciativas concretas orientadas a sistematizar el resguardo de la seguridad vial de usuarios vulnerables, la Dirección de Vialidad enfrenta los siguientes desafíos de corto y mediano plazo:
1. Aplicar el Reglamento de Convivencia Vial en proyectos y obras viales urbanas e interurbanas. Cabe señalar al respecto, que la Secretaría Regional Ministerial de Transportes y Telecomunicaciones, debe autorizar la operación de las ciclovías que cumplan con las condiciones de gestión y seguridad de tránsito, establecidos en dicho reglamento, lo que podría extender los tiempos de desarrollo de proyectos viales.
2. Aplicar el Reglamento de Convivencia Vial en conservaciones de obras interurbanas. En dicha instancia, se podría requerir expropiaciones para ampliar ciclovías existentes; de no ser posible lo anterior, deberán ser consideradas conceptualmente como otro tipo de facilidad para ciclistas.
3. Aplicar el Reglamento de Convivencia Vial en conservaciones de obras urbanas, las que primero deben estar de acuerdo al ámbito de tuición de esta Dirección (solamente el espacio entre solera y solera, según dictámenes de la Contraloría General de la República). En este caso se podría requerir expropiaciones para ampliar ciclovías existentes; si estas expropiaciones no resultan factibles, los espacios dedicados a usuarios vulnerables podrían ser denominados conceptualmente como otro tipo de facilidad para ciclistas y eximirse así de la aplicación exhaustiva del Reglamento.
4. Generar sendas multipropósito en caminos bajo volumen de tránsito, de manera de evitar que los caminos básicos sean destinados única y exclusivamente al tránsito de usuarios motorizados. Para ello, se ha desarrollado el Instructivo “Resguardos Recomendados de Seguridad Vial en Caminos Básicos”.
Estas líneas de acción constituyen en sí mismas un desafío para los profesionales de la seguridad vial que aportan al desarrollo de proyectos viales que resulten armónicos y amables con el territorio y resguarden de manera especial la integridad de los usuarios vulnerables, que tienen mayor probabilidad de resultar fallecidos en accidentes de tránsito. Este desafío alcanza, sin duda, a los profesionales proyectistas, revisores y ejecutores de las obras viales.